EL UNIVERSO INFLACIONARIO
Por Jorge
Moledo
La palabra
inflación, que hace temblar a los argentinos, encanta, sin embargo, a los
cosmólogos. En realidad, no solo les encanta sino que, hoy por hoy, ayuda a
apuntalar la teoría corriente sobre el origen del universo, que a grandes
rasgos, es como sigue.
Hace quince
mil millones de anos, el universo nació de un volumen de ínfimas dimensiones
(más chico que el tamaño de un núcleo atómico), que estallo (Big Bang) y
comenzó a expandirse, proceso que continúa hasta hoy. En el transcurso de la
expansión se formo la materia, que luego se agrupo en galaxias, estrellas,
planetas, etc. Pero este modelo del Big Bang así formulado, adolecía de, por lo
menos, un grave defecto: al explorar el cielo, se encuentra lo mismo en todas
direcciones: un negro uniforme e idéntico, rotundo, persistente. Lo cual,
aunque parezca mentira, es un serio inconveniente teórico. Imaginemos a un
observador que contempla a una multitud que se dispersa, y que se toma el
trabajo de preguntar por que huyen a quienes lo hacen hacia el norte, el sur,
el este y el oeste. Si todos le cuentan exactamente la misma historia, palabra
por palabra, el observador difícilmente lo atribuiría a la casualidad. Más
bien, llegaría a la conclusión de que todos los entrevistados se pusieron
previamente de acuerdo: si así no fuera, la historia tendría ligeras
variaciones según quien la cuenta.
Con el
universo es igual: enfoquen a donde enfoquen telescopios y radiotelescopios, el
universo cuenta la misma historia: el mismo tono de negro, idéntico espectáculo,
ninguna variación, absoluta uniformidad: una literalidad que no puede deberse
al azar. De la misma manera que aquella multitud en estampida, si el universo
es uniforme, tiene que haberse uniformizado en algún momento. En algún momento,
todas las partes del cosmos tuvieron que ponerse de acuerdo para mostrar ese
mismo tono de negro y no manchones con diferentes tonos de gris.
Pero la
teoría original de la gran explosión no daba tiempo para que el universo se
uniformara. Imaginemos una jarra de agua donde se vuelca tinta negra: si la
jarra estalla antes de que el agua y la tinta se hayan mezclado por completo,
las salpicaduras serán ya transparentes, ya intermedias, ya negras, pero no
todas iguales y uniformes. Si las salpicaduras son todas del mismo color,
necesariamente el agua y la tinta tienen que haber tenido tiempo de mezclarse
por completo. El modelo del Big Bang mostraba al universo recién nacido como
una jarra con la tinta a medio mezclar, pero el universo actual funciona como
si la tinta y el agua se hubieran mezclado por completo. Allí había un bache
teórico, algo que la teoría no explicaba, y que sin embargo estaba obligada a
explicar: ¿cuándo se había completado la mezcla?
Y aquí es
donde el cosmólogo norteamericano Guth elaboró una solución. Guth propuso que
tras los primeros instantes, (instantes que se miden en millonésimos de millonésimos
de millonésimos de segundo) el universo aceleró repentinamente su ritmo de
expansión durante una fracción de tiempo, y luego volvió al ritmo original (el
que conserva hasta ahora). Este breve periodo de expansión acelerada se
denomina "periodo inflacionario", y fue allí cuando el universo se homogeneizó,
borrando cualquier irregularidad que hubiera antes. La teoría inflacionaria,
hoy casi unánimemente aceptada, soluciona el asunto de la uniformidad, aunque
no hay todavía una explicación por completo convincente de por qué empezó la
inflación y por qué luego se detuvo. Tal vez en este punto, los cosmólogos
necesitarían la ayuda de algún economista.
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