3 de febrero de 2013

ciencia y lingüística


¿EN QUÉ IDIOMA HABLABA EVA?

Dice el Génesis que hubo un tiempo en el que "era entonces la Tierra un solo lenguaje, y de unas mismas palabras". Aunque no existe un acuerdo generalizado respecto a la unicidad de la lengua humana primigenia, de aquel tronco, o de aquellos pocos troncos, la evolución y la historia han ido generando ramas que actualmente, entre las vivas y muertas, arrojan una cifra aproximada de 10.000 diferentes fórmulas de comunicación verbal

Las nuevas disciplinas científicas buscan el origen del lenguaje humano. La fabulosa diversidad de lenguas se ha percibido, a través de los siglos, como un negativo escollo para el progreso de los pueblos; y no es por ello casualidad que el mito de Babel sea común a diversas culturas. En 1887, el médico polaco LejzerLudwik Zamenhof inventó una lengua artificial, el Esperanto, para que sirviera de segundo idioma común a toda la humanidad; desde entonces, las sociedades y publicaciones esperantistas se han extendido por el mundo, pero su objetivo final permanece, y con toda probabilidad permanecerá, en la romántica sima (con "s") de la utopía.
La lengua que, independientemente de su origen en el tiempo y en el espacio, nació como nexo o instrumento de comunicación entre las comunidades humanas primitivas, parece ser, en el momento presente, una suerte de infranqueable barrera para el entendimiento y el proyecto común. Y si no, sirva como ejemplo el encono progresivo entre las comunidades flamenca y francófona en Bélgica, por no mencionar otros.
Por otra parte, a nivel mundial, arqueólogos, genetistas y lingüistas clásicos coinciden, con distintos métodos y herramientas, en el objetivo de identificar el mítico tronco común para, desde aquel, ir averiguando las razones que dieron lugar a los diferentes "brotes".
A fines del siglo XVIII se formuló la teoría de una evolución en el idioma, similar a la que Darwin sostendría para las especies animales y vegetales. Tal idea había surgido al constatarse una cantidad apreciable de similitudes entre las lenguas analizadas: inglés, latín, griego y sánscrito.
Hoy, las técnicas de investigación más modernas operan de la siguiente forma: toman conjuntos de palabras y construcciones gramaticales similares y sobre esa base tratan de articular un linaje. Algunos investigadores consideran que el lenguaje humano nació de un rudimento de imitación de los sonidos naturales, de modo que la palabra tormenta procedería de una guturalización similar a los truenos, como la expresión pájaro derivaría de una imitación simplificada del trino. Otros consideran que el origen de las primeras formas idiomáticas tuvo su cuna en la sonorización fónica de sentimientos o sensaciones innatas como el dolor, el frío, la satisfacción o el miedo. Finalmente, hay investigadores que sostienen un principio ligado a la socialización y, en consecuencia, la primera andadura de la lengua estaría ligada a la reproducción de los jadeos emitidos durante los diferentes trabajos en grupo.
En la segunda línea teórica, los reagrupamientos han conducido a una idea generalizada de que, descendiendo de las ramas del árbol genealógico de las lenguas vivas y muertas conocidas, una gran parte pudiera proceder de un ancestro común indoeuropeo; un modelo bastante sólido que explica las excepcionalidades, entre las que ocupa lugar de honor el vasco, como únicas supervivientes de antiguas ramas desaparecidas por completo. A. Dolgopolsky, lingüista ruso, estableció hace diez años un modelo de seis grandes familias idiomáticas compartidas por las tribus indoeuropeas que tendrían un pasado compartido en el neolítico: una protolengua que denominó "nostrático", por derivación del latino noster, lo nuestro. Es bien conocido que del latín emergieron el español, el italiano, el francés, el rumano, el catalán, el galaico- portugués y otras lenguas romances, y que junto al latín, el griego clásico y el sánscrito de los antiguos textos religiosos hindúes, constituyen la plataforma común de una lengua indoeuropea con la que se comunicaban nuestros ancestros hace 10.000 años.
No obstante, otros lingüistas avanzan un paso más proponiendo la hipótesis de una convivencia del nostrático con el tronco de las lenguas euroasiáticas. Si ello fuera cierto, junto a europeos, hindúes y eslavos, los antiguos pobladores de Japón y las tribus del gran Egipto serían descendientes de la misma familia paleolítica. En una línea similar, otros científicos han establecido el linaje de la familia chino-caucasiana, en la que incluyen como miembros, entre otros, al chino- tibetano, el etrusco, las lenguas norcaucásicas y al vasco, con un tronco común: el dené-caucasiano.
Algunos especialistas sostienen que de este tronco son herederas las lenguas de varios grupos de indígenas norteamericanos.
Con otros útiles intelectuales, los anatomistas y los paleontólogos procuran establecer las bases del primer lenguaje estudiando la conformación de cráneos primitivos, y dando así lugar a una nueva disciplina: la paleolaringología. Este estudio de la morfología específica del paladar, la mandíbula y la laringe permite, con la ayuda de la computadora, precisar las posibilidades fónicas de los antiguos homínidos; empero, esos resultados no despejan la duda respecto a si las potencialidades fueron plenamente utilizadas.
Los genetistas también contribuyen al proyecto de reconstrucción histórica del origen de la lengua humana: uno de ellos intenta rehacer la densa genealogía de nuestra especie mediante marcadores genéticos de 42 grupos étnicos de todo el mundo. Su teoría apunta a un común origen africano, 200 mil años ha, del que habrían surgido todas las diferencias idiomáticas en los mismos ritmos y momentos en los que se produjeron las mutaciones genéticas.
Otra tendencia, ya dentro de la antropología cultural o sociológica, sostiene que los cambios en el lenguaje siempre fueron consecuencia de modificaciones socio- culturales. La difusión progresiva de la agricultura, por ejemplo, debió ser el "motor" esencial que impulsó cada una de las sucesivas segmentaciones idiomáticas, teniendo como actores a cazadores y agricultores. La agricultura y la ganadería contribuyeron a la extensión de la lengua, en tanto la geografía de los asentamientos y las técnicas originaron los dialectos. Los granos fósiles y los restos de primitivos criaderos de bóvidos se han convertido en las pistas de las rutas que siguieron los –en apariencia– pacíficos invasores de Europa hace 6.000 años.


Tomado de A CIENCIA CIERTA - (C) CERIDE

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