PAREIDOLIA LINGÜÍSTICA
Por Klaus Ziegler
Fotografías de Cidonia, región de la
superficie de Marte, revelaron una formación rocosa que recuerda el rostro de
un antiguo faraón mirando hacia los cielos. Más de un ufólogo vio en las
imágenes la confirmación de sus sospechas: la NASA ocultaba información sobre
la existencia de civilizaciones extraterrestres, y la “Cara Marciana” era la
prueba.
Tras años de discusiones, el alegato conspiranoico finalmente se
desmoronó: en 2001, la nave “Mars Global Surveyor” volvió a fotografiar la
misma zona, esta vez a una distancia de escasos 400 kilómetros. Visto de cerca,
el inconfundible rostro humanoide resultó ser una meseta rocosa salpicada de
picos y depresiones en medio del yermo y polvoriento paisaje marciano.
Pareidolia,
vocablo que se deriva de la palabra griega “eidolon”, que quiere decir
“figura”, y del prefijo “para”, que significa "junto”, es el término que
utilizan los sicólogos para designar esas ilusiones de la percepción en las que
rostros humanos o formas animales parecen dibujarse en las nubes, en los nudos
de la madera, en las humedades de un muro o en las salientes y grietas de una
roca. El fenómeno aparece como respuesta automática de nuestro aparato
cognitivo cuando la información sensorial es ambigua o insuficiente. Nuestro
cerebro, a la caza permanente de relaciones, trata de completar la información
ausente asimilándola a patrones familiares. De ahí que los nudos en el tronco
de un árbol se transfiguren de súbito en el perfil de un hombre narigudo o en
la figura de una bruja; y los faros y la parilla de un vehículo, en una cara
humana. Quizás ello también explique por qué la Santísima Virgen escoge hacer
sus apariciones en objetos tan impíos como las humedades de un muro derruido,
los chamuscados de una tortilla o la corteza de un buñuelo.
Existe así
mismo una forma auditiva de la pareidolia: ¿quién no escucho de niño “la voz”
repetitiva del serrucho mientras se aserraba un listón de madera?
¿Quién no
ha creído reconocer palabras de su lengua nativa en la letra de una canción en
idioma extranjero? Es común oír el repicar del teléfono mientras nos duchamos,
especialmente si estamos a la espera de una llamada. Y con frecuencia oímos que
alguien nos llama en medio del ruido indiferenciado de una multitud.
Además de
la pareidolia visual y auditiva, existe, en mi opinión, otra manifestación
mucho más sutil, y menos comprendida, de esa misma ilusión cognitiva: la
pareidolia verbal, la capacidad de inferir información de cualquier discurso
por confuso o incoherente que este sea. Somos animales visuales, y
lingüísticos, de ahí que podamos ver lógica y orden donde solo hay palabrería.
Y no hablo de la pareidolia deliciosa de la cual se vale la poesía para crear
efectos estéticos. Me refiere a aquella que se manifiesta en ese discurso
zafio, pedante y vacuo tan común en ciertos círculos académicos.
Ejemplos
paradigmáticos de pareidolia verbal abundan en la literatura posmoderna. En su
libro “Imposturas intelectuales”, Sokal y Bricmont demuestran cómo hasta los
más grotescos sinsentidos han llegado a convertirse en textos venerados en la
academia. Escritos como los de Julia Kristeva, en particular aquellos donde
utiliza el teorema de Gödel y elementos de la teoría de conjuntos con la
pretensión de construir un lenguaje “formal” poético, deberían servir de
material de estudio, para todo estudiante de sicología interesado en averiguar
los mecanismos de la pareidolia lingüística. Y hay materia prima de sobra en
cualquier blog de crítica de arte, donde el fenómeno suele darse en forma
silvestre (el campeón insuperable del artificio tal vez sea el recién fallecido
José Luis Brea).
Sokal y
Bricmont no fueron los primeros en desnudar el artificio. Décadas antes, Karl
Popper había denunciado esas mismas imposturas en su magnífico ensayo “Contra
las grandes palabras”. En mis archivos sobre el tema conservo un correo
electrónico en el que un lector me reprocha por la elementalidad y simpleza con
las que analizo el fenómeno del declinar de la violencia en los últimos siglos
(columna del 16/11/2011). A continuación reproduzco el texto, a mi juicio,
auténtica pareidolia verbal:
Estimado
señor Ziegler:
La
exclusión de alternativas de agencia e identificación deriva en la irremediable
confusión de las temporalidades históricas. Habla usted de violencia «antes» y
violencia «ahora», referenciando el presupuesto de dinámicas procesuales en
conformidad con la lógica «procede de» y «antecede a». Su pregunta por el
pasado se formula desde el presente, anulándose como alternativa epistémica.
Su
análisis cierra las puertas al tratamiento específico de la intersubjetividad y
transgrede la posibilidad de interpretaciones susceptibles de articularse en
relaciones transversales de significación. Si nos atenemos a la correspondencia
víctima-victimario, en tanto alteridad como diferencia, la renuncia del “otro”
a su dimensión humana prohibiría hablar de castigo. Se olvida de igual modo que
la lectura sociológica debe comportar intentos por desentrañar estructuras de
significación, acción de carácter hermenéutico, mas no estadístico.
Por
último, su columna incurre en el sofisma de la «lectura especular», en la
frívola pretensión de elaborar mapas homólogos de la realidad. Empero, no es
posible subyugar la historicidad de la violencia al ejercicio de la
yuxtaposición progresiva de hechos desprovistos de contextualización. Olvida
usted que «el hombre es realidad sustantiva, que en tanto suya se constituye
como propia frente a lo real».
Que el lector juzgue por sí mismo.
Fuente: Elespectador.com
28/3/2013
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