CIENCIA PARA EL PUEBLO
Resumen
de la ponencia presentada por Paulo Muñoz, de Universidad y Ciencia, en la Universidad del Valle en el I Encuentro con la Ciencia 2012,
foro convocado por el Centro de Estudios del Trabajo, CEDETRABAJO–Capítulo
Cali
¿Qué es
la divulgación científica?
La
divulgación científica podemos definirla puntualmente como una estimulante
tarea de comunicación y formación, la cual toma mensajes del campo de la
ciencia y los ”traduce” o“reescribe” de forma creativa para su difusión en un
ámbito más extenso que el de su origen, el del público no especializado.
Potenciales
destinatarios de esta divulgación son todos los miembros de la sociedad; y el
propio término, al conservar la etimología vulgo (pueblo), debe considerar las
diferencias intrínsecas que existen entre aquellos, tanto en la producción de
conocimiento como en el acceso a él. Si divulgar es popularizar, en el sentido
de hacer accesible a las mayorías un conocimiento reservado inicialmente a una
élite, lograr que la ciencia se integre en el conocimiento básico del ciudadano
común es, sin duda, una auténtica revolución cultural.
La
divulgación científica y el conocimiento científico
Es
preciso destruir la presunción de que la popularización de la ciencia no es
ciencia. Esto sería como afirmar que la harina no tiene nada que ver con el
trigo.
La
divulgación científica es ciencia porque de ella nace y se
nutre, representa la máxima expresión de su naturaleza universal y abierta, y
porque su fruto, la culturización integral del pueblo, tiene como consecuencia
el aprecio y respeto por la ciencia, su sostenimiento y progreso. Como la
propia ciencia, su divulgación es sancionada sólo por la experiencia, nunca es
algo concluido, y requiere audacia, imaginación y creatividad.
A los
científicos corresponde asumir el liderazgo de esta revolución cultural. Así,
los agentes de la divulgación han de ser, en
primera instancia, los propios científicos, que producen y poseen el
conocimiento validado, y están legitimados para compartirlo con la sociedad. No
obstante, para que este proceso de transmisión sea eficaz el emisor o divulgador
ha de dominar el lenguaje común y aprovechar las tácticas características del
mundo de la comunicación profesional.
Los contenidos
propios de la ciencia constituyen el mensaje a divulgar. Sin duda, éste debe
cubrir avances recientes y temas candentes, pero no puede olvidarse de los
conceptos básicos, habida cuenta la deficiente educación científica de la
sociedad. En el amplio abanico de tópicos científicos existen algunos favoritos
del público, bien sea por su inmediata repercusión en la vida cotidiana
(salud, telecomunicaciones), o porque se refieren a importantes retos globales
a los que se enfrenta nuestro planeta (cambio climático, crisis energética), o
porque generan debate en torno a su posibilidad técnica, ética y legal
(clonación, transgénicos), o porque conectan con los íntimos anhelos y dudas
del ser humano (origen y destino del Universo, búsqueda de vida e inteligencia
extraterrestres). A su vez, existen temas sencillos y agradecidos, a los cuales
es ameno y relativamente fácil abordar, y hay otros complejos y abstractos, de
los cuales quizá sólo sea posible transmitir una idea básica, un brochazo. En
todo caso, casi cualquier asunto científico es susceptible de ser divulgado,
siempre que se inviertan el tiempo y el esfuerzo necesarios para traducirlo a
un lenguaje llano y presentarlo de forma clara y atractiva.
Por otra
parte, es un hecho que el método de la ciencia, que la caracteriza de forma
inequívoca, ha aportado a la cultura una manera particular de pensar la
realidad, una perspectiva escéptica, creativa y rigurosa. Por eso no basta con
popularizar ideas y resultados científicos; la divulgación debe asumir el desafío
de transmitir también a la sociedad cómo funciona la Ciencia.
“Es
mucho más fácil presentar de modo atractivo la sabiduría destilada durante
siglos de interrogación paciente y colectiva sobre la naturaleza que detallar
el complicado aparato de destilación. El método científico, aunque sea
indigesto y espeso, es mucho más importante que los descubrimientos de la
Ciencia. En todos los países se debería enseñar a los niños el método
científico. Con ello se adquiere decencia, humildad y espíritu comunitario.” (Sagan, 1997). Es difícil decirlo de forma más clara.
La
divulgación científica es necesaria
Se podrían
invocar muchísimas razones por las que es imprescindible poseer un mínimo
conocimiento científico para vivir hoy en nuestro mundo, entre ellas:
-Para utilizar
provechosamente la razón y el sano escepticismo.
-Para no utilizar
la tecnología completamente a ciegas y no encontrarse perdido ante los
continuos avances y descubrimientos.
-Porque la
solución de los principales problemas que aquejan a la humanidad, como el
hambre, el deterioro medioambiental o el calentamiento global, pasa sin lugar a
dudas por la ciencia.
-Porque sólo
de la mano de la ciencia podemos conquistar un mejor mundo para las próximas
generaciones.
-Porque sin
ciencia no hay cultura.
-Porque la
ciencia es bella y produce placer.
Isaac Asimov
sostiene en el prólogo de su Introducción
a la Ciencia que “la
iniciación en el maravilloso mundo de la Ciencia causa gran placer estético,
inspira a la juventud, satisface el deseo de conocer y permite apreciar las
magníficas potencialidades de la mente humana.”
Es paradójico
que nuestra sociedad, inmersa en la Ciencia y la Tecnología, exhiba tan
alarmantes cuotas de analfabetismo científico (siendo apenas un ejemplo la
proliferación de brujos, síquicos y charlatanes de todas los pelambres). Paliar
esta lamentable situación en el futuro requiere, por supuesto, defender la
educación gratuita, universal y de alta calidad, para troquelar un proyecto
nacional independiente en ciencia y tecnología; pero el acceso a la ciencia por parte de la mayoría
de la sociedad queda en manos de la divulgación, la cual debe exceder la mera
transmisión de conocimiento y buscar, en último término, que el pensamiento
científico forme realmente parte de la cultura del pueblo.
La divulgación
está hoy en camino para legitimarse como actividad profesional. Cada vez más
los centros de investigación, los propios científicos, los docentes, las
instituciones dedicadas al fomento de la Ciencia y la Tecnología, los medios de
comunicación y la sociedad misma van reconociendo su eficacia para promover el
desarrollo de una auténtica cultura científica.
Difícil
no es imposible
Aceptamos,
pues, que el liderazgo y la iniciativa en el reto de la divulgación debe ser
asumido por los científicos. Sin embargo, para algunos de ellos la divulgación
carece de interés o es considerada una actividad de inferior categoría. Razones
de este desprecio o rechazo puede ser el hecho de no proporcionar el adecuado
reconocimiento (ni social, ni académico, ni económico) y la consideración de
que transcribir el conocimiento científico al lenguaje común implica degradarlo.
Quizá estos investigadores no conocen la célebre sentencia de Werner Karl
Heisenberg (“incluso para el
físico, su descripción en lenguaje sencillo es un buen criterio para determinar
el grado de su conocimiento”), que eleva la divulgación al nivel de
criterio de evaluación del conocimiento.
Existe otra
importante causa que no debe olvidarse: la sospecha o el reconocimiento
explícito por parte de los científicos de que la popularización de la ciencia
entraña una gran dificultad. Para soslayarla es imprescindible, en primer lugar,
la comprensión del contenido que se desea transmitir. En segundo lugar, dado
que el objetivo de la divulgación es permitir al hombre de la calle comprender
conceptos y resultados científicos de acuerdo con su nivel cultural e
intelectual, es necesario el dominio del lenguaje común y los recursos y
estrategias de la comunicación.
La divulgación
debe, por tanto, satisfacer simultáneamente la legitimidad científica y la
credibilidad pública. Esto no impide que sea realizable, pero sí condiciona el
grado de satisfacción de sus objetivos.
Sin duda
producir divulgación científica de alta calidad y auténticamente popular es más
complicado de lo que en principio creen quienes no lo han intentado nunca; pero
una vez iniciado será fácil convencerse de que es posible.
La
divulgación es también un arte
Según Stephen
Jay Gould, “la Ciencia no es una búsqueda insensible de información objetiva.
Es una actividad creativa humana y sus gentes actúan más como artistas que como
procesadores de información”.
Así como la
obra de arte sólo está culminada cuando es contemplada por el espectador, la
divulgación científica es parte esencial del proceso creativo y de la vocación
universal de la ciencia. El verdadero artista de la divulgación necesita
dominar el idioma de la comunicación; pero debe, además, ser un rastreador de
nuevos lenguajes, escenarios y contextos, arriesgar y transgredir, perder el
miedo a salirse de lo acostumbrado.
Sostenía
Einstein que “la Ciencia comienza con la experiencia y desemboca en ella”.
Igualmente en el terreno de la divulgación científica puede afirmarse que el
camino que desde la ignorancia, la impericia o el voluntarismo basado casi
exclusivamente en la intuición conduce a un buen trabajo divulgativo científico
pasará necesariamente por la experiencia. Y para ello es importante cantera las
experiencias de divulgadores de todo el mundo, así como los aciertos y errores
de nuestras propias intentonas.
Una muestra a
mano son los parques de ciencia interactivos y los museos, en los cuales la
empresa divulgativa adquiere una dimensión inconfundible, puesto que su
objetivo esencial es exponer al visitante a una atmósfera inspiradora de
actitudes positivas hacia la ciencia, haciendo que participe de ella de forma
activa, lo cual además suele ser muy divertido para los niños.
Divulgadores
audaces han intentado también programas radiales o televisivos, revistas,
correo electrónico,conversatorios,
conciertos musicales, obras de teatro, exposiciones en lugares poco comunes;
sin abandonar nunca, claro está, la tradicional y eficaz conferencia magistral
dictada por un especialista de bata blanca imbuido del ánimo de compartir su
conocimiento con el público.
Estas
reflexiones, abiertas a la discusión y a la crítica, no tienen otro propósito
que resultar inspiradoras para quienes trabajan por poner al alcance del pueblo
el conocimiento y la belleza de la Ciencia.
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