TRAS LAS PISTAS DE LA EVOLUCIÓN
Por Viviana Londoño Calle
En ocho años de investigaciones, el biólogo
Hugo Mantilla, descubrió dos nuevas subespecies de primates en Colombia
La historia de la
evolución es un libro que aún tiene pocas líneas. ¿Sabemos lo suficiente de
nuestra historia? ¿Sabemos algo de la de las otras especies? ¿Conocemos acaso
pistas claves del origen de la biodiversidad de un país como este? Las
respuestas a estas preguntas es que probablemente aún sepamos muy poco y que en
cada nuevo descubrimiento, cada nueva especie identificada, resulte una pieza
clave en el rompecabezas del proceso evolutivo.
De eso está convencido
el mastozoólogo Hugo Mantilla-Meluk. Por eso, cuando cuenta su historia sonríe:
sabe que entre manos tiene, nada más y nada menos, un trozo de ese mapa
desconocido.
Mantilla-Meluk descubrió
dos nuevas subespecies de primates en el país después de más de ocho años de
investigaciones. Sentado en el laboratorio de la Colección de Mamíferos de la
Universidad Nacional, donde es curador asociado, el biólogo explica de qué se
trata su hallazgo, que involucró también la revisión de la colección de
primates del Field Museum of Natural History, de Chicago.
En 1812 Alexander von
Humboldt describió un nuevo género de monos que se denominó Lagothrix.
Precisamente en Colombia hay una especie de este grupo que es endémica en el
país: Lagothrix lugens. Hasta ahí todo parecía resuelto. Sin embargo, las
primeras pistas para la indagación de Mantilla-Meluk aparecen en 1963. Ese año
Jack Fooden, investigador norteamericano, analiza de nuevo la variación de
especímenes de Lagothrix y encuentra tres tipos de coloración del pelaje
asociadas con poblaciones diferentes en los monos analizados. Además, que estos
primates no sólo se encontraban en zonas altas como los Andes, a 3.000 metros
de altura, sino también en selvas de la Amazonia.
¿Era posible que una
misma especie, una misma maquinaria biológica, pudiera existir en condiciones
ecológicas tan distintas? Para encontrar la respuesta, Mantilla-Meluk empezó a
investigar. No era la primera vez que se interesaba por los primates: su tesis
de grado de biología de la Universidad Nacional la hizo sobre primates y para
lograrlo pasó varios meses en las selvas del Vaupés, a orillas del río
Apaporis. La idea era aprender junto al primatólogo Thomas Defler, quien en su
estación de campo convivía con un grupo de 27 primates huérfanos.
Luego vinieron 12 años
fuera del país, una maestría, un doctorado en evolución y varios trabajos en
museos como el Field Museum of Natural History, de Chicago, reconocido por sus
colecciones biológicas. Precisamente gracias a éstas pudo recabar más datos
sobre los primates colombianos para construir su hipótesis: los Lagothrix de
los bosques de niebla no podían ser los mismos que aquellos de las espesas
selvas del Amazonas.
Mantilla-Meluk pudo
comprobar que las poblaciones de esta especie de montaña eran distintas a la de
las zonas bajas y que en las selvas había dos subespecies desconocidas para la
ciencia. El biólogo las nombró Lagothrix lugens defleri, en honor a Defler, y
Lagothrix lugens sapiens, como homenaje al colombiano Jorge Ignacio
Hernández-Camacho, quien lo inició en el mundo de las colecciones biológicas.
Su hallazgo ya fue publicado en la revista especializada Primate Conservation.
Aún en el laboratorio de
la Colección de Mamíferos, Mantilla-Meluk explica por qué es importante este
descubrimiento: “Se abren una cantidad de interrogantes. Colombia es un país
muy diverso y esa diversidad aún permanece desconocida, no sabemos realmente lo
que tenemos y eso tiene implicaciones. Aquí se toman decisiones sin saber lo
que estamos afectando”.
Para Mantilla-Meluk, su
descubrimiento es un punto de partida para adelantar planes de conservación más
ajustados a la realidad biológica, pues “no es lo mismo conservar una sola
especie, que tres subespecies en distintas zonas”. Sin embargo, reconoce que
debido a las fuertes presiones por la deforestación para otros usos, como la
ganadería, los cultivos ilícitos y el cambio climático, la presión sobre estos
primates que existen en la Serranía de la Macarena y en el Caquetá es cada vez
más fuerte”.
“Cada nueva especie que
se encuentra puede encadenar aún más la teoría evolutiva. Todas esas pistas nos
dan elementos para entendernos mejor y entender a la naturaleza”, dice
Mantilla-Meluk, y para concluir añade: “A pesar de los avances, aun nuestro
entendimiento sobre los procesos que explican la vida y su diversidad es precaria
y estos descubrimientos nos ayudan a sumarle pedacitos a esa historia, pero aún
nos queda muchísimo ”.
Fuente: elespectador.com
@MaFegolo
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