EN EL PRINCIPIO ERA EL SEXO
Hace unos 10.000 años, los seres humanos cometieron “el peor error”
de su historia. Así es como describe el científico Jared Diamond el
invento de la agricultura. A partir de aquel momento, apareció una casta
dirigente para gestionar (apropiarse) los excedentes, crecieron las
desigualdades, comenzó la superpoblación, el hambre se hizo endémica y se
incrementaron las guerras por territorios para cultivar y pastorear. Aunque
después se equilibraron los perjuicios, los restos de aquellos primeros humanos
civilizados muestran que eran de menor estatura y más débiles que sus antepasados
que vivían de los frutos y la caza que ofrecía la naturaleza. Y para colmo
tenían una vida sexual mucho más monótona.
Esto se debe a que, según muchos investigadores, la aparición de la
agricultura y la ganadería supuso también la aparición de la monogamia
institucionalizada, un aspecto de nuestra cultura contra el que cargan Jack
Ryan y Cacilda Jetha en su libro En el principio era el sexo (Paidós).
Esta pareja de científicos considera que determinados comportamientos sexuales
y sociales que aparecieron a partir del Neolítico no representan
la verdadera naturaleza humana. En su opinión, la perspectiva de la ciencia
evolutiva más aceptada, esa que dice que somos violentos, machistas y
monógamos, está profundamente errada y politizada. Según ellos, este punto de
vista “oculta la verdad sobre la sexualidad humana tras una hoja de higo de
anacrónica discreción victoriana presentada como ciencia”.
En su libro, tratan de desmontar la idea de que los
hombres son la única parte de la humanidad interesada por el sexo y que las
mujeres solo utilizan sus encantos de forma reticente, sin disfrute erótico y
para conseguir seguridad y dinero. En este sentido los autores recuerdan cómo,
durante muchos años, la excitación sexual femenina no satisfecha se consideró
una enfermedad, la histeria. Cuentan que el tratamiento prescrito por los
médicos de la época era la masturbación regular a dedos del galeno que cobraba
por cada uno de los servicios. Según se relata en la obra, el negocio cambió de
beneficiarios con la
aparición del vibrador, uno de los primeros electrodomésticos que
recibió autorización para su comercialización en Estados Unidos y uno de los
más vendidos.
Ryan y Jetha también tratan de buscar argumentos para su tesis en
nuestros primos más cercanos y plantean que la sexualidad humana sea más
similar a la de los
promiscuos bonobos que a la de otros primates que se han
utilizado como referencia para comprender desde la evolución nuestra manera de
vivir el sexo.
Según su hipótesis, las mujeres estarían preparadas para tener
relaciones sexuales con varios hombres a la vez. Después, en el interior de su
aparato reproductivo, se llevaría a cabo la selección del espermatozoide más
adecuado para la fecundación. Esto explicaría, por ejemplo, porqué la
eyaculación masculina es única y relativamente rápida y las mujeres están
preparadas para sesiones de sexo más prolongadas y con varios orgasmos, o el
motivo de los excitantes gritos femeninos, que cumplirían la función de atraer
a nuevos candidatos a la paternidad.
En un viaje que también toca las diferencias respecto a lo que entienden
por sexo apropiado distintos pueblos de la Tierra, Ryan y Jetha ofrecen
multitud de ejemplos para sustentar su afirmación de que la visión dominante
sobre la sexualidad es destructiva y mantiene un sentido falso de lo que
significa ser humano, además de llenar de miseria la vida de aquellos que
aceptan el mito de la monogamia, pero se ven superados por su incapacidad para
cumplir las expectativas.
Fuente:
esmateria.com
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