6 de agosto de 2013

la ciencia, un derecho humano ignorado

EL ACCESO A LA CIENCIA Y SUS BENEFICIOS, UN DERECHO HUMANO IGNORADO


¿Qué es la ciencia? La ciencia no es gente en bata blanca metida en laboratorios descubriendo cosas abstractas de confusa utilidad. La ciencia es medicamentos para las enfermedades tropicales olvidadas, es electricidad para rescatar nuestras vidas de las tinieblas, es agua potable y saneamientos adecuados para evitar la propagación de pandemias, es hacer el mundo más comprensible, es salvar especies en extinción, es alimentar dignamente a todos los humanos, es empatizar fácilmente con cualquier persona del planeta gracias a las nuevas tecnologías. Todo eso, y muchísimas cosas más. Tantas y tan importantes, que el acceso a la ciencia y sus logros es, sin lugar a dudas, un derecho humano de primer orden.
Así lo reconoce desde 1966 la Carta Internacional de los Derechos Humanos, en el artículo 15 del llamado Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que cuenta con la firma de 160 países. Todos ellos “reconocen el derecho de toda persona a gozar de los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones”. Además, los ciudadanos tienen derecho a “beneficiarse de la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas”. Es más, los estados firmantes deben tomar las medidas “necesarias para la conservación, el desarrollo y la difusión de la ciencia” y se comprometen a respetar la indispensable libertad para la investigación científica”.
La ciencia, como vemos, es un derecho humano, pero está lejos de considerarse así por la sociedad y los estados que deberían velar por el cumplimiento de este pacto. “El artículo 15 recoge el derecho de toda persona a gozar de los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones. Sin embargo, hay poca conciencia de este derecho, en parte debido a la falta de entendimiento en cuanto a qué tipo de obligaciones legales impone a los estados y qué tipos de derechos debe proporcionar”, explica Audrey Chapman, que firma un artículo en el último número de Science reivindicando atención y protección sobre el derecho a la ciencia.
Parece evidente que se trata de un derecho demasiado abstracto y que alguien debe bajarlo a la tierra, darle forma, articularlo y sentar las bases para que los gobiernos se sientan obligados por ese texto. Le corresponde al Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que supervisa el pacto, “adoptar una declaración oficial sobre el significado y la aplicación del derecho que proporcione orientaciones claras sobre los pasos que deben dar los gobiernos para su aplicación”.

El acceso abierto y otras trabas
“Si el comité interpretara el artículo sobre el derecho a disfrutar de los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones proporcionaría al fin una interpretación oficial”, explica Chapman, profesora de Ética Médica y Humanidades de la Universidad de Connecticut. Ese tipo de declaraciones, como las que hizo en su día para el derecho al agua o a la comida, vinculan a los estados firmantes del Pacto y que están obligados a cumplirlo.
Pero el comité es reticente a dar una directriz debido a la complejidad de todos los aspectos que están en juego en torno a la ciencia y su aplicación. Por ejemplo, la conflictiva cuestión de la propiedad intelectual de los avances científicos. Se trata de una batalla mucho más que compleja, que enfrenta a gobiernos y multinacionales por patentes de medicamentos o que llevó al mártir de la causa del open access, Aaron Swartz, a verse acosado por las autoridades de EE. UU. tras descargar millones de artículos académicos.
“El tema de la propiedad intelectual es un tema importante”, aclara Chapman, “pero un mayor obstáculo potencial es la actitud hacia la ciencia”. “La ciencia casi nunca es abordada desde la perspectiva de los derechos humanos. Tradicionalmente, la ciencia es tan sólo un área de estudio y para la búsqueda de conocimiento. Más recientemente, la ciencia se ha identificado como un instrumento para estimular el crecimiento económico y mejorar la competitividad. Es necesario enfocar la ciencia desde la perspectiva de los derechos humanos para que sea vista principalmente como un medio para mejorar el bienestar humano”, resume la investigadora.

Movilización científica
En este momento, el mundo de la ciencia se está movilizando para proporcionar a ese comité de la ONU las herramientas legales, intelectuales y académicas que faciliten que otorgue ese poder vinculante a un derecho humano tan decisivo como el que recoge el artículo 15 del pacto. Por ejemplo, por medio de un congreso organizado a tal fin por la editora de la revista Science, la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia.
La relatora especial de la ONU para los derechos culturales, Farida Shaheed, ya hizo una gran aportación hace justo un año, al presentar un informe ante la Asamblea General de la ONU titulado: “El derecho a disfrutar de los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones” (PDF).
Farida Shaheed señala en su informe que los gobiernos deberían garantizar a todas las personas el acceso sin discriminación a los beneficios proporcionados por la ciencia y la tecnología, la oportunidad de contribuir a su desarrollo, la participación en la toma de decisiones científicas por medio de la información y fomentar la conservación, desarrollo y difusión de la ciencia y la tecnología. En resumen, poner a disposición de cada ser humano las innovaciones esenciales que permitan vivir con dignidad. Ni más, ni menos.



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