BUENAS Y MALAS RAZONES PARA CREER
Por Richard Dawkins. Etólogo,
zoólogo, teórico evolutivo y divulgador científico británico. Fue titular de la
“cátedra Charles Simonyi de Difusión de la Ciencia” en la Universidad de Oxford
hasta 2008.
Querida
Juliet:
Ahora
que has cumplido 10 años, quiero escribirte acerca de una cosa que para mí es
muy importante. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sabemos las cosas que
sabemos? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que las estrellas que parecen pequeños
alfilerazos en el cielo, son en realidad gigantescas bolas de fuego como el
Sol, pero que están muy lejanas? ¿Y cómo sabemos que la Tierra es una bola más
pequeña, que gira alrededor de una de esas estrellas, el Sol? La respuesta a
esas preguntas es "por la evidencia". A veces, "evidencia"
significa literalmente ver (u oír, palpar, oler) que una cosa es cierta. Los
astronautas se han alejado de la Tierra lo suficiente como para ver con sus
propios ojos que es redonda. Otras veces, nuestros ojos necesitan ayuda. El "lucero
del alba" parece un brillante centelleo en el cielo, pero con un
telescopio podemos ver que se trata de una hermosa esfera: el planeta que
llamamos Venus. Lo que aprendemos viéndolo directamente (u oyéndolo,
palpándolo, etc.) se llama "observación". Muchas veces, la evidencia
no sólo es pura observación, pero siempre se basa en la observación. Cuando se
ha cometido un asesinato, es corriente que nadie lo haya observado (excepto el
asesino y la persona asesinada). Pero los investigadores pueden reunir otras
muchas observaciones, que en un conjunto señalen a un sospechoso concreto. Si
las huellas dactilares de una persona coinciden con las encontradas en el
puñal, eso demuestra que dicha persona lo tocó. No demuestra que cometiera el
asesinato, pero además pueda ayudar a demostrarlo si existen otras muchas
evidencias que apunten a la misma persona. A veces, un detective se pone a
pensar en un montón de observaciones y de repente se da cuenta que todas
encajan en su sitio y cobran sentido si suponemos que fue Fulano el que cometió
el asesinato. Los científicos -especialistas en descubrir lo que es cierto en
el mundo y el Universo- trabajan muchas veces como detectives. Hacen una
suposición (ellos la llaman hipótesis) de lo que podría ser cierto. Y a
continuación se dicen: si esto fuera verdaderamente así, deberíamos observar
tal y cual cosa. A esto se llama predicción. Por ejemplo: si el mundo fuera
verdaderamente redondo, podríamos predecir que un viajero que avance siempre en
la misma dirección acabará por llegar a mismo punto del que partió. Cuando el
médico dice que tienes sarampión, no es que te haya mirado y haya visto el
sarampión. Su primera mirada le proporciona una hipótesis: podrías tener
sarampión. Entonces, va y se dice: "Si de verdad tiene el sarampión, debería
ver...." y empieza a repasar toda su lista de predicciones, comprobándolas
con los ojos (¿tienes manchas?), con las manos (¿tienes caliente la frente?), y
con los oídos (¿te suena el pecho como suena cuando se tiene el sarampión?).
Sólo entonces se decide a declarar "diagnostico que la niña tiene
sarampión". A veces, los médicos necesitan realizar otras pruebas, como
análisis de sangre o rayos x, para complementar las observaciones hechas con
sus ojos, manos y oídos. La manera en que los científicos utilizan la evidencia
para aprender cosas del mundo es tan ingeniosa y complicada que no te la puedo
explicar en una carta tan breve. Pero dejemos por ahora la evidencia, que es
una buena razón para creer algo, porque quiero advertirte en contra de tres malas
razones para creer cualquier cosa: se llaman "tradición",
"autoridad" y "revelación". Empecemos por la tradición.
Hace unos meses vi en televisión a un hombre charlando con unos 50 niños. Estos
niños invitados habían sido educados en diferentes religiones: había
cristianos, judíos, musulmanes, hindúes, sijs...El presentador iba con el
micrófono de niño en niño, preguntándoles lo que creían. Lo que los niños
decían demuestra exactamente lo que yo entiendo por "tradición". Sus
creencias no tenían nada que ver con la evidencia. Se limitaban a repetir las
creencias de sus padres y de sus abuelos, que tampoco estaban basadas en
ninguna evidencia. Decían cosas como "los hindúes creemos tal y cual
cosa", "los musulmanes creemos esto y lo otro", "los
cristianos creemos otra cosa diferente". Como es lógico, dado que cada uno
creía cosas diferentes, era imposible que todos tuvieran razón. Por lo visto,
al hombre del micrófono esto le parecía muy bien, y ni siquiera los animó a
discutir sus diferencias. Pero no es esto lo que me interesa de momento. Lo que
quiero es preguntar de dónde habían salido sus creencias. Habían salido de la
tradición. La tradición es la trasmisión de creencias de los abuelos a los
padres, de los padres a los hijos, y así sucesivamente. O mediante libros que
se siguen leyendo durante siglos. Muchas veces, las creencias tradicionales se
originan casi de la nada: es posible que alguien las inventara en algún
momento, como tuvo que ocurrir con las ideas de ´Thor` y ´Zeus`; pero cuando se
han transmitido durante unos cuantos siglos, el hecho mismo de que sean muy
antiguas las convierte en especiales. La gente cree ciertas cosas sólo porque
mucha gente ha creído lo mismo durante siglos. Eso es la tradición. El problema
con la tradición es que, por muy antigua que sea una historia, es igual de
cierta o de falsa que cuando se inventó la idea original. Si te inventas una
historia que no es verdad, no se hará más verdadera porque se trasmita durante
siglos, por muchos siglos que sean. En Inglaterra, gran parte de la población
ha sido bautizada en la Iglesia Anglicana, que no es más que una de las muchas
ramas de la religión cristiana. Existen otras ramas, como la ortodoxa rusa, la
católica romana y la metodista. Cada una cree cosas diferentes. La religión judía
y la musulmana son un poco más diferentes, y también existen varias clases
distintas de judíos y de musulmanes. La gente que cree una cosa está dispuesta
a hacer la guerra contra los que creen cosas ligeramente distintas, de manera
que se podrá pensar que tienen muy buenas razones -evidencias- para creer lo
que creen. Pero lo cierto es que sus diferentes creencias se deben únicamente a
diferentes tradiciones. Vamos a hablar de una tradición concreta. Los católicos
creen que María, la madre de Jesús, era tan especial que no murió, sino que fue
elevada al cielo con su cuerpo físico. Otras tradiciones cristianas discrepan,
diciendo que María murió como cualquier otra persona. Estas otras religiones no
hablan mucho de María, ni la llaman "Reina del cielo", como hacen los
católicos. La tradición que afirma que el cuerpo de María fue elevado al cielo
no es muy antigua. La Biblia no dice nada de cómo o cuándo murió; de hecho, a
la pobre mujer apenas se la menciona en la Biblia. Lo de que su cuerpo fue
elevado a los cielos no se inventó hasta unos seis siglos después de Cristo. Al
principio, no era más que un cuento inventado, como Blancanieves o cualquier
otro. Pero con el paso de los siglos se fue convirtiendo en una tradición y la
gente empezó a tomársela en serio, sólo porque la historia se había ido
transmitiendo a lo largo de muchas generaciones. Cuanto más antigua es una
tradición, más en serió se la toma la gente. Y por fin, en tiempos muy
recientes, se declaró que era una creencia oficial de la Iglesia Católica: esto
ocurrió en 1950, cuando yo tenía la edad que tienes tú ahora. Pero la historia
no era más verídica en 1950 que cuando se inventó por primera vez, seiscientos
años después de la muerte de María. Al final de esta carta volveré a hablar de
la tradición, para considerarla de una manera diferente. Pero antes tengo que
hablarte de las otras dos malas razones para creer una cosa: la autoridad y la
revelación. La autoridad, como razón para creer algo, significa que hay que
creer en ello porque alguien importante te dice que lo creas. En la Iglesia
Católica, por ejemplo, la persona más importante es el Papa, y la gente cree
que tiene que tener razón sólo porque es el Papa. En una de las ramas de la
religión musulmana, las personas más importantes son unos ancianos barbudos
llamados ayatolás. En nuestro país hay muchos musulmanes dispuestos a cometer
asesinatos sólo porque los ayatolás de un país lejano les dicen que lo hagan.
Cuando te decía que en 1950 se dijo por fin a los católicos que tenían que creer
en la asunción a los cielos del cuerpo de María, lo que quería decir es que en
1950 el Papa les dijo que tenían que creer en ello. Con eso bastaba. ¡El Papa
decía que era verdad, luego tenía que ser verdad! Ahora bien, lo más probable
es que, de todo lo que dijo el Papa a lo largo de su vida, algunas cosas fueron
ciertas y otras no fueron ciertas. No existe ninguna razón válida para creer
todo lo que diga sólo porque es el Papa, del mismo modo que no tienes porque
creer todo lo que te diga cualquier otra persona. El Papa actual ha ordenado a
sus seguidores que no limiten el número de sus hijos. Si la gente sigue su
autoridad tan ciegamente como a él le gustaría, el resultado sería terrible:
hambre, enfermedades y guerras provocadas por la sobrepoblación. Por supuesto,
también en la ciencia ocurre a veces que no hemos visto personalmente la
evidencia, y tenemos que aceptar la palabra de alguien. Por ejemplo, yo no he
visto con mis propios ojos ninguna prueba de que la luz avance a una velocidad
de 300.000 kilómetros por segundo, sin embargo, creo en los libros que me dicen
la velocidad de la luz. Esto podría parecer "autoridad" pero en
realidad es mucho mejor que la autoridad, porque la gente que escribió esos
libros sí que había observado la evidencia, y cualquiera puede comprobar dicha
evidencia siempre que lo desee. Esto resulta muy reconfortante. Pero ni
siquiera los sacerdotes se atreven a decir que exista alguna evidencia de su
historia acerca de la subida a los cielos del cuerpo de María. La tercera mala razón
para creer en las cosas se llama "revelación". Si en 1950 le hubieras
podido preguntar al Papa cómo sabía que el cuerpo de María había ascendido al
cielo, lo más probable es que te hubiera respondido que "se le había
revelado". Lo que hizo fue encerrarse en su habitación y rezar pidiendo
orientación. Había pensado y pensado, siempre solo, y cada vez se sentía más
convencido. Cuando las personas religiosas tienen la sensación interior de que
una cosa es cierta, aunque no exista ninguna evidencia de que sea así, llaman a
esa sensación "revelación". No sólo los Papas aseguran tener
revelaciones. Las tienen montones de personas de todas las religiones, y es una
de las principales razones por las que creen las cosas que creen. Pero ¿es una
buena razón? Supón que te digo que tu perro ha muerto. Te pondrías muy triste y probablemente me
preguntarías: "¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo ha sucedido?" y
supón que yo te respondo: "En realidad no sé que Pepe ha muerto. No tengo
ninguna evidencia. Pero siento en mi interior la curiosa e intensa sensación de
que ha muerto". Te enfadarías conmigo por haberte asustado, porque sabes
que una "sensación" interior no es razón suficiente para creer que un
lebrel ha muerto. Hacen falta pruebas. Todos tenemos sensaciones interiores de
vez en cuando, y a veces resulta que son acertadas y otras veces no lo son.
Está claro que dos personas distintas pueden tener sensaciones contrarias, de
modo que ¿cómo vamos a decidir cuál de las dos acierta? La única manera de
asegurarse que un perro está muerto es verlo muerto, oír que su corazón se ha
parado, o que nos lo cuente alguien que haya visto u oído alguna evidencia real
de que ha muerto. A veces, la gente dice que hay que creer en las sensaciones
internas, porque si no, nunca podrás confiar en cosas como "mi mujer me
ama". Pero éste es un mal argumento. Puedes encontrar abundantes pruebas
de que alguien te ama. Si estás con alguien que te quiere, durante todo el día
estarás viendo y oyendo pequeños fragmentos de evidencia, que se van sumando.
No se trata de una pura sensación interior, como la que los sacerdotes llaman
revelación. Hay datos exteriores que confirman la sensación interior: miradas
en los ojos, entonaciones cariñosas en la voz, pequeños favores y amabilidades;
todo eso es autentica evidencia. A veces, una persona siente una fuerte
sensación interior de que alguien la ama sin basarse en ninguna evidencia, y en
estos casos lo más probable es que esté completamente equivocada. Existen
personas con una firme convicción interior de que una famosa estrella de cine
las ama, aunque en realidad la estrella ni siquiera las conoce. Esta clase de
personas tienen la mente enferma. Las sensaciones interiores tienen que estar
respaldadas por evidencias; si no, no podemos fiarnos de ellas. Las intuiciones
resultan muy útiles en la ciencia, pero sólo para darte ideas que luego hay que
poner a prueba buscando evidencias. Un científico puede tener una
"corazonada" acerca de una idea que, de momento, sólo "le
parece" acertada. En sí misma, ésta no es una buena razón para creer nada;
pero sí puede ser razón suficiente para dedicar algún tiempo a realizar un
experimento concreto o buscar pruebas de una manera concreta. Los científicos
utilizan constantemente sus sensaciones interiores para sacar ideas; pero estas
ideas no valen nada si no se apoyan con evidencias. Te prometí que volveríamos
a lo de la tradición, para considerarla de una manera distinta. Me gustaría
intentar explicar por qué la tradición es importante para nosotros. Todos los animales
están construidos (por el proceso que llamamos evolución) para sobrevivir en el
lugar donde su especie vive habitualmente. Los leones están equipados para
sobrevivir en las llanuras de África. Los cangrejos de río están construidos
para sobrevivir en agua salada. También las personas somos animales, y estamos
construidos para sobrevivir en un mundo lleno de... otras personas. La mayoría
de nosotros no tienen que cazar su propia comida, como los leones y los
bogavantes; se las compramos a otras personas, que a su vez se la compraron a
otras. Nadamos en un "mar de gente". Lo mismo que el pez necesita
branquias para sobrevivir en el agua, la gente necesita cerebros para poder
tratar con otra gente. El mar de está lleno de agua salada, pero el mar de
gente está lleno de cosas difíciles de aprender. Como el idioma. Tú hablas
inglés, pero tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de ustedes habla el
idioma que le permite hablar en su "mar de gente". El idioma se
transmite por tradición. No existe otra manera. En Inglaterra, tu perro Pepe es a dog. En Alemania, es ein hund. Ninguna de estas
palabras es más correcta o más verdadera que la otra. Las dos se transmiten de
manera muy simple. Para poder nadar bien en su propio "mar de gente",
los niños tienen que aprender el idioma de su país y otras muchas cosas acerca
de su pueblo; y esto significa que tienen que absorber, como si fuera papel
secante, una enorme cantidad de información tradicional (recuerda que
"información tradicional" significa, simplemente, cosas que se
transmiten de abuelos a padres y de padres a hijos.) El cerebro del niño tiene
que absorber toda esta información tradicional, y no se puede esperar que el
niño seleccione la información buena y útil, como las palabras del idioma,
descartando la información falsa o estúpida, como creer en brujas, en diablos o
en vírgenes inmortales. Es una pena, pero no se puede evitar que las cosas sean
así. Como los niños tienen que absorber tanta información tradicional, es
probable que tiendan a creer todo lo que los adultos les dicen, sea cierto o
falso, tengan razón o no. Muchas cosas que los adultos les dicen son ciertas y
se basan en evidencias, o, por lo menos en el sentido común. Pero si les dicen
algo que sea falso, estúpido o incluso maligno, ¿cómo pueden evitar que el niño
se lo crea también? ¿Y que harán esos niños cuando lleguen a adultos? Pues
seguro que se lo contarán a los niños de la siguiente generación. Y así, en
cuanto la gente ha empezado a creerse una cosa -aunque sea completamente falsa
y nunca existan razones para creérsela-, se puede seguir creyendo para siempre.
¿Podría ser esto lo que ha ocurrido con las religiones? Creer en uno o varios
dioses, en el cielo, en la inmortalidad de María, en que Jesús no tuvo un padre
humano, en que las oraciones son atendidas, en que el vino se transforma en
sangre..., ninguna de estas creencias está respaldada por pruebas auténticas.
Sin embargo, millones de personas las creen, posiblemente porque se les dijo
que las creyeran cuando todavía eran suficientemente pequeñas como para creerse
cualquier cosa. Otros millones de personas creen en cosas diferentes, porque se
les dijo que creyesen en ellas cuando eran niños. A los niños musulmanes se les
dice cosas diferentes de las que se les dicen a los niños cristianos, y ambos
grupos crecen absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros
se equivocan. Incluso entre los cristianos, los católicos creen cosas
diferentes de las que creen los anglicanos, los episcopalianos, los shakers,
los cuáqueros, los mormones o los holly rollers, y todos están absolutamente
convencidos de que ellos tienen razón y los otros están equivocados. Creen
cosas diferentes exactamente por las mismas razones por las que tú hablas
inglés y tu amiga Ann- Kathrin habla alemán. Cada una de los dos idiomas es el
idioma correcto en su país. Pero de las religiones no se puede decir que cada
una de ellas sea la correcta en su propio país, porque cada religión afirma
cosas diferentes y contradice a las demás. María no puede estar viva en la
católica Irlanda del Sur y muerta en la protestante Irlanda del Norte. ¿Qué se
puede hacer con todo esto? A ti no te va a resultar fácil hacer nada, porque
sólo tienes 10 años. Pero podrías probar una cosa: la próxima vez que alguien
te diga algo que parezca importante piensa para tus adentros: “¿es ésta una de
esas cosas que la gente suele creer basándose en evidencias? ¿O es una de esas
cosas que la gente cree por la tradición, autoridad o revelación?" Y la
próxima vez que alguien te diga que una cosa es verdad, prueba a preguntarle:
"¿qué pruebas existen de ello?" Y si no pueden darte una respuesta,
espero que te lo pienses muy bien antes de creer una sola palabra de lo que te
digan.
Te
quiere, Papá.
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