CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD
En 1987 vio la luz la segunda edición de Sexualidad humana, tratado de sexología moderna, del profesor colombiano Helí Alzate. Un aporte notable a esta rama de las ciencias de la salud y del comportamiento. Este es el Apéndice de dicha obra, en el cual formula algunas críticas a la seudociencia del sicoanálisis uyc
INTRODUCCIÓN. Como
los autores poco al tanto de las investigaciones sexológicas modernas siguen
dependiendo todavía de las teorías freudianas para describir y explicar la
conducta sexual humana, es conveniente hace una breve descripción crítica de
ellas.
El sicoanálisis, creado
por Freud, comprende: a) un método investigativo de los procesos mentales
inconscientes del ser humano; b) un método terapéutico de las perturbaciones
neuróticas; c) la elaboración de teorías sicológicas para explicar la conducta
normal o neurótica. Indudablemente, él ha ejercido profunda influencia en el
desarrollo de la sicología y la siquiatría, amén de su efecto sobre muchos
otros aspectos de la cultura occidental. Sin embargo, desde los primeros
momentos de su existencia se ha sometido a cuestionamiento y revisión, no sólo
por críticos externos a él, sino también –en curioso paralelismo con las
ideologías políticas y religiosas– por sus adherentes de primera hora y por los
que vinieron luego. Aunque nuestro interés e4s discutir sus aspectos
relacionados directamente con la sexualidad, no está por demás señalar los
principales puntos débiles del sicoanálisis clásico, considerado in
toto, que son: a) su incapacidad para adaptarse a alas reglas del método
científico[i]; b) su énfasis en los componentes
biológicos del comportamiento humano, en detrimento de los ambientales o
culturales; c) la tendencia de sus seguidores a la rigidez dogmática, el
secretismo defensivo y la arrogancia elitista, características que corresponden
más a un movimiento político-religioso que a un sistema de pensamiento
científico; d) a pesar de que, al crearlo, la principal motivación de Freud fue
encontrar un método terapéutico más eficaz, el tratamiento sicoanalítico deja
mucho que desear, por lo costoso y prolongado y por sus dudosos resultados,
especialmente en los problemas sexuales de causa síquica[ii].
Los principales
conceptos freudianos que deben ser glosados son: la teoría de la libido, el
desarrollo sicosexual del individuo, la sexualidad femenina y la primacía de la
función reproductora de la sexualidad. Estos planteamientos son reiterados a lo
largo de la obra de Freud sin modificaciones importantes, como puede deducirse
de sus últimas presentaciones y revisiones.
TEORÍA DE LA LIBIDO. Como
parte de su explicación de los diversos fenómenos del comportamiento sexual,
Freud señaló la existencia de un componente sicoenergético del impulso sexual,
que actúa por medio de diferentes estructuras corporales, al cual llamó libido.
Esta libido hace parte de un sistema cerrado, y puede almacenarse, desplazarse
o descargarse, en forma semejante a la energía física o química. Ella es
responsable de todas las manifestaciones sexuales, tanto adultas como
infantiles.
A partir del nacimiento,
la libido se acumula en distintas zonas corporales y se desplaza sucesivamente
entre ellas, de acuerdo con las fase oral, anal y fálica del desarrollo
sicosexual infantil. En el adulto normal, se descarga principalmente mediante
los órganos genitales, durante el coito heterosexual; esta actividad sexual
“madura” es el resultado de la represión de los impulsos perversos
polimorfos de la etapa infantil de la sexualidad, represión que es
debida, a su vez, a la resolución satisfactoria del complejo de Edipo. En el
caso de las perversiones sexuales, ella no ocurre, y en su
lugar se crea un conflicto inconsciente, que causa la fijaciónde
la libido en una fase infantil de la sexualidad; en la adultez esta libido se
descarga por medio de una zona corporal extragenital, lo cual constituye una regresión a
la fase de fijación infantil. En la neurosis (el “negativo de
la perversión”) hay una represión exagerada, que impide todo escape de la
libido por los genitales, por lo cual busca salida en forma de síntomas
neuróticossubstitutivos. Una alternativa de la “perversión” o de la
neurosis es la sublimación, que consiste en que la energía
libidinal se encauza hacia la realización de actividades no sexuales y
socialmente útiles.
La teoría de la libido
ha sido uno de los planteamientos freudianos más criticados. En primer lugar,
minimiza las influencias ambientales sobre la conducta sexual, a favor de las
biológicas; como dice Kardiner y colaboradores “es el caso de la cola
instintiva meneando al perro adaptativo”. Además, falla por reduccionista,
puesto que la sexualidad no es la única o principal motivación del ser humano,
y porque los argumentos que la respaldan son analogías o generalizaciones a
partir de observaciones muy discutibles. Por ejemplo, la reacción del niño al
entrenamiento defecatorio, o a cualquier otro tipo de interferencia durante sus
“fases” de desarrollo sexual, puede explicarse como respuesta a las medidas
disciplinarias, sin necesidad de echar mano de complejos conflictos instintivos
libidinales; tampoco se requieren estos para entender las “perversiones”
sexuales del adulto, algunas de las cuales pueden deberse en parte a sucesos de
la época infantil, si, pero que actúan mediante mecanismos de impronta o
condicionamiento. La razón de lo anterior es que para la creación de conflictos
inconscientes se necesita un desarrollo sicológico suficiente para que haya
memoria, raciocinio y fantasía, facultades intelectivas éstas de muy dudosa
existencia en la infancia.
El concepto de
sublimación, que según Kinsey es sólo la reformulación del arquetipo ascético
de varias religiones, ha sido puesto también en duda porque se apoya en datos
poco concluyentes. Salzman dice que es errado, porque la creatividad es el
producto de la expresión de todos los ideales y capacidades humanas, no
simplemente de la sexualidad.
La teoría de la libido
es una especulación sin bases neurofisiológicas. Fue un error de Freud ver en
la sexualidad el primum mobilebiológico de la conducta humana,
cuando la realidad puede ser bien diferente: en muchos casos, el comportamiento
sexual es puesto al servicio de interese no sexuales, y esto sí tiene sólido
respaldo filogénico.
DESARROLLO SICOSEXUAL
DEL INDIVIDUO. La idea freudiana del desarrollo sicosexual del
individuo está íntimamente unida a la teoría de la libido, puesto que es, en
esencia la descripción de los desplazamientos y efectos de la energía
libidinal.
Freud postuló que hay
tres zonas corporales particularmente ricas en libido: la boca, el ano y los
genitales; ellas van adquiriendo importancia predominante como fuentes de
placer libidinal, de acuerdo con una secuencia determinada biológicamente.
Durante el primer año y medio de vida (aproximadamente), es la boca el
principal órgano sexual, y por medio de ella el niño logra satisfacción
erótica; esta es la fase oral. Entre el año y medio y los tres
años, se presenta la fase anal, durante la cual obtiene
gratificación con la expulsión o retención de las heces, o con su manipulación;
además, el niño descubre que estas actividades despiertan gran interés en
quienes lo cuidan, y que tal interés puede manifestarse como sentimientos de
agrado o desagrado. A partir del tercer año (aproximadamente) se entra en la fase
fálica, durante la cual el centro del placer sexual es el pene; en un
principio, el interés es autoerótico, pero luego es dirigido hacia la madre, y
entonces hace su aparición el complejo de Edipo[iii].
Éste consiste en que el niño experimenta “deseos sexuales” hacia la madre, y a
la vez trata de identificarse con el padre; a medida que sus impulsos
incestuosos aumentan, el niño va viendo en su padre a un rival, y se le crea
una situación conflictiva: a sus sentimientos de amor e identificación con él
se oponen los deseos de eliminarlo, para tomar su lugar a lado de la madre.
Normalmente, dicha situación edípica es resuelta en forma satisfactoria, en
parte por represión, y en parte por repudio de los impulsos incestuosos,
mediante laangustia de castración[iv]. Ella
resulta del descubrimiento de que las niñas no tienen pene, por lo cual el niño
cree que les fue amputado como castigo; entonces, él se imagina que puede
perder el suyo si continúa deseando a la madre. La angustia de castración es lo
suficientemente fuerte no sólo para disolver el complejo de Edipo sino para
inhibir todos los deseos y actividades sexuales; por consiguiente, el niño
entra en periodo de latencia, que se extiende desde los seis años
(aproximadamente) hasta la pubertad. En ésta comienza la fase genital propiamente
dicha o “madura” de la sexualidad, que es la característica del adulto
“normal”; durante ella, el individuo descarga la energía libidinal por medio de
los órganos genitales, durante el coito heterosexual dirigido primariamente
hacia la reproducción.
La descripción anterior
corresponde al desarrollo sicosexual “típico”, es decir, el de la persona de
sexo masculino o “superior”. La opinión de Freud sobre la inferioridad
“natural” de la mujer será discutida más adelante; por ahora basta señalar que,
según él, hasta el ingreso en la fase fálica, el desarrollo sexual femenino es
similar al masculino y que durante dicha fase la niña centraliza el placer
erótico en el clítoris, que es un “pene atrofiado”. Llega un momento, sin
embargo, en que ella descubre que los niños tienen pene; siente envidia de
él, culpa a la madre por no poseerlo, y se torna, entonces, hacia el padre, con
la esperanza de que éste le suministre un pene, o un hijo como substituto. Tal
situación constituye el complejo de Edipo femenino o complejo
de Electra[v], el cual, por la ausencia
de la angustia de castración, tiende a prolongarse mucho más que en el niño, o
nunca se resuelve completamente.
El concepto freudiano
del desarrollo sicosexual humano también ha sido vigorosamente cuestionado. En
primer lugar, como vimos atrás, es cierto que existe una sexualidad infantil,
en el sentido de que los niños realizan juegos “sexuales”, es decir, se
interesan por sus órganos genitales y obtienen placer manipulándolos; pero de
ello no debe concluirse que dichas actividades sean sexuales a
la manera adulta, puesto que la mayoría de los casos se trata simplemente de
manifestaciones de la natural curiosidad infantil, o de incorrectas
interpretaciones por parte de los adultos, de ciertos fenómenos fisiológicos no
relacionados con el erotismo verdadero, como las erecciones espontáneas que se
observan en los niños, aún recién nacidos. Además, el hecho de que el niño
juegue con el pene, erecto o no, no debe interpretarse como una masturbación
adulta, sino más bien como una actividad placentera indiferenciada.
Si se hacen serias
objeciones al carácter erótico de las actividades de la fase fálica, con mucha
mayor razón hay que poner en duda la erotización de las fases oral y anal[vi]. Equiparar el placer sexual que obtienen los adultos
mediante la felación, el cunilinto o el coito rectal con el producido en los
niños al mamar o defecar, es una generalización extremada que el sicoanálisis
no ha podido demostrar. Tampoco es convincente el desplazamiento de la libido
de una a otra zona corporal, entre otras razones, porque el niño obtiene placer
manipulando los genitales mucho antes de ingresar en la fase fálica. Money y
Ehrhardt señalan que las fases de desarrollo sexual infantil están menos
relacionadas con el erotismo que con mecanismos filogénicos comunes a todos los
mamíferos; esto es corroborado por los estudios de Harlow, los cuales, además,
infirman la validez de la secuencia de las fases.
En cuanto al complejo de
Edipo, tampoco ha escapado a la crítica. Desde las investigaciones de
Malinowski, su universalidad, o sea su origen biológico, ha sido rechazada; la
explicación que de él da Freud está basada en las teorías de los antropólogos
evolucionistas del siglo XIX, descartadas hoy. El consenso actual es que, si
existe, él puede consistir más bien en un conflicto originado en el
resentimiento hacia un padre autoritario, que se opone al deseo de acercamiento
y ternura hacia la madre, en el entorno de la familia patriarcal occidental[vii]. Igualmente, su carácter “sexual” tiene todos los
visos de una fantasía, pues, a su edad, no es de esperar que el niño posea la
capacidad mental necesaria para elaborar complejos “triángulos eróticos”.
Con respecto al periodo
de latencia, no hay tal que exista en forma natural y universal, sino que es
impuesto por la cultura. Los estudios de Harlow indican que, por el contrario,
durante el lapso de la vida infantil correspondiente a la “latencia” se
presenta la tendencia biológica a los juegos sexuales.
Chodoff hace notar que
los conceptos freudianos sobre la sexualidad infantil fallan por los métodos
empleados para establecerlos, tales como los análisis de neuróticos adultos[viii] realizados por los primeros analistas, todavía
poco familiarizados con los efectos de la transferencia; además, esos casos
clínicos, de por sí poco numerosos, no pueden considerarse representativos de
la población general. Así mismo existe la posibilidad de que las ulteriores
observaciones directas en niños fueran influidas por el deseo inconsciente de
los sicoanalistas de confirmas las teorías del maestro, ya aceptadas
incuestionablemente por ellos. Subsiste también el problema de la validez
interpretativa de las elaboraciones mentales infantiles, ya que, por la
inmadurez de la función intelectiva de los niños, hay en ellos inadecuado
raciocinio y poca información para integrar con los recuerdos, amén de que sus
vivencias son muy diferentes de las de los adultos, como lo demuestran las
investigaciones de Piaget.
SEXUALIDAD FEMENINA. Otro
gran motivo de cuestionamiento es el concepto freudiano sobre las mujeres en
general, y sobre su sexualidad en particular. Según Freud, la sexualidad propia
de la mujer aparece solo cuando resuelve satisfactoriamente la envidia
del pene[ix]; como hasta ese momento su sexualidad
ha sido “masculina”, y ha pasado por las mismas fases (oral, anal, fálica) del
niño, para que “madure” sexualmente debe superar los sentimientos de envidia e
inferioridad que le produce la ausencia de falo. La mujer “normal” soluciona este
conflicto aceptando como inherente a su naturaleza el papel pasivo-receptivo
frente al hombre y trasfiriendo la erogenicidad del clítoris a la vagina, que
es el centro del placer sexual femenino “adulto”.
Para el creador del
sicoanálisis no había duda de que e3l sexo superior era el masculino. Freud fue
un prisionero de su mentalidad patriarcal, la cual le hizo ver al sexo femenino
con el prejuicio de la cultura judía tradicional, en la cual los hombres comenzaban
el día con la plegaria: “te agradezco, Señor, porque no me hiciste mujer”.
Incluso Jones, su devoto biógrafo, da a entender que las mujeres eran para el
maestro ancillae hominum, dedicadas a atender los deseos y
necesidades de lo varones. Las teorías sexuales de Freud, basadas en la
primacía de la organización biológica masculina, son racionalizaciones de sus
ideas antifeministas, que se manifiestan a los largo de su copiosa obra: las
mujeres son prisioneras de la biología; “su anatomía es su destino”. No pueden
evitar las consecuencias de la envidia del pene y la deficiente superación del
complejo de Edipo, ni escapar a la forzosa posesión de un superyó más débil que
el del hombre, por lo cual tienen un “escaso sentido de la justicia”. Son
típicamente pasivas y masoquistas, más narcisistas que el hombre y no están
adecuadas a las labores intelectuales y sociales, por su rigidez sicológica y
por su limitada capacidad de sublimación. Por lo tanto, su destino “natural” ha
de ser la maternidad y el servicio de los hombres.
Todos estos
planteamientos han sido demolidos por diversos estudios. Las presuntas
consecuencias del “destino biológico” –tanto en lo que se refiere a los
aspectos generales de la condición femenina, como en los particularmente
señalados por Freud (envidia del pene, superyó más débil, etc.)–, por los
trabajos de neoanalistas y no analistas, que evidencias cómo las supuesta
inferioridad de la mujer y las características negativas que le adjudicó Freud
son productos de la sociedad falocrática. No hay nada intrínsecamente
envidiable en la posesión anatómica de un pene, el cual puede
ser visto por muchas niñas como una excrecencia indeseable; lo verdaderamente
envidiable es la posición de supremacía que los hombres han
tenido con respecto a las mujeres. Nuestra cultura judeocristiana ha hecho
hincapié en la inmanencia de la condición femenina, y en la incapacidad de la
mujer para realizar labores creadoras y compartir con el varón, en pie de
igualdad, la búsqueda de la trascendencia; desde la niñez, es condicionada a
sentirse “naturalmente” débil e inapta para sobrevivir sin la protección del
hombre, la cual debe pagar con su sumisión y aspirando a tareas “propias” de su
género: el matrimonio y la maternidad. Tal situación sí ha producido en las
mujeres profundos conflictos, que han contribuido a su mal funcionamiento
sexual.
En cuanto al concepto de
orgasmo “vaginal” o “normal”, contrapuesto al “clitorídeo” o “infantil”, el
sicoanálisis también ha sido refutado por los estudios sexológicos modernos.
Cualquier tipo de orgasmo, no importa el origen topográfico de los estímulos
que lo produzcan, es normal y maduro; sostener lo contrario, además de ser
erróneo, no ha servido sino para crear, iatrogénicamente, sentimientos de
angustia y de duda sobre su feminidad y normalidad sexual en gran número de
mujeres.
PRIMACÍA DE LA FUNCIÓN
REPRODUCTORA DE LA SEXUALIDAD. Freud distinguió muy
bien las dos funciones principales de la sexualidad humana: la erótica y la
reproductora. No obstante, en nuestro concepto los dos mayores errores que
cometió –a la luz de la sexología moderna– fueron precisamente: a) dar
precedencia ontogénica (y filogénica, por inferencia) a la función placentera
con respecto a la reproductora, lo cual es contraevidente desde el punto de
vista de la evolución animal; b) como corolario, conceder primacía a la función
reproductora sobre la erótica, lo cual es contrario al proceso evolutivo
particular del homo sapiens[x].
Para Freud, el impulso
sexual del hombre civilizado sólo tiene dos opciones normales: dirigirse hacia
la reproducción o sublimarse. Un infidel Jew, como él mismo se
llamó, propugna entonces las mismas ideas que la Iglesia. Es paradójico que
quien tratara de estudiar científicamente los fenómenos sexuales humanos,
resultara prisionero de los prejuicios de su cultura. Freud veía en la
sexualidad uno de los aspectos más desagradables de la naturaleza humana; fue
un puritano típico, para lo cual no tuvo que esforzarse, puesto que su apetito
sexual era débil, y –según Jones y él mismo– su vida erótica se extinguió
tempranamente.
CONCLUSIÓN. Las
investigaciones realizadas en diversos campos de la actividad científica
muestran que los conceptos freudianos originales, con rarísimas excepciones, no
han tenido respaldo experimental; en cambio, muchos de ellos sí han sido
refutados por estudios posteriores. Además, no obstante lo ingeniosos, pecan de
innecesariamente complicados, pues, al formularlos, su autor no tuvo en cuenta
la navaja de Occam*. Debray-Ritzen resume en la siguiente forma los principales
errores de la escolástica freudiana: a) la hiperfermulación, o sea,
la atribución de un origen neocortical complejo (inconsciente) a ciertas
conductas humanas, cuando ellas son en realidad manifestaciones paleocorticales
que todavía subsisten; b) la hiperreducción, esto es, reducir los
fenómenos comportamentales humanos a las vicisitudes de la libido durante el
desarrollo sicosexual; c) la hipersimbolización, o sea, el empleo
del símbolo para demostrar o establecer “leyes” sicológicas; d) la hipersemantización,
es decir, la atribución de significado simbólico a todos los actos síquicos; e)
la hipersíntesis, o sea, dar una interpretación casual única a
todos los actos síquicos. Por lo anterior, no se justifica que las teorías
sicoanalíticas sigan siendo utilizadas para explicar la conducta sexual humana.
*Navaja de Occam: principio formulado por
el filósofo medioeval William of Occam, según el cual no debe buscarse
explicaciones complejas de un fenómeno cuando hay otras más simples. Se llama
también ley de la parsimonia.
NOTAS:
[i] Por
eso Debray-Ritzen considera que la doctrina freudiana es una forma de
escolasticismo
[ii] Según
Marmor, siguen teniendo validez las siguientes conclusiones derivadas del
sicoanálisis: a) el comportamiento humano es motivado y la personalidad
moldeada por la interacción de los potenciales biológicos con las experiencias
vividas. b) los trastornos sicológicos funcionales resultan de las vicisitudes
del desarrollo y de las contradicciones y conflictos entre las creencias y
deseos del individuo y las prescripciones dela sociedad. c) las experiencias
infantiles tienen especial importancia en el moldeado de las percepciones y las
reacciones de la vida adulta.
[iii] Llamado
así en alusión al personaje de la mitología griega que, sin desearlo ni
saberlo, mató a Layo, su padre, y tuvo relaciones incestuosas con Yocasta, su
madre.
[iv] Un
corolario fundamental de la teoría de la libido y del desarrollo sicosexual es
que el conflicto edípico no resuelto es la causa básica de todos los problemas
sicosexuales.
[v] Electra
es un personaje de la mitología griega, que ayudó a su hermano Orestes a matar
a Clitemnestra, madre de ambos, en venganza de haber ésta matado a Agamenón, su
esposo y padre de aquellos.
[vi] Opler
hace notar que la erotización de la boca es un producto de la cultura, sobre
todo de la occidental.
[vii] En
lo que concuerda un sicoanalista de credenciales tan ortodoxas como Fenichel.
[viii] Freud
sólo analizó a un niño, el pequeño Hans, y ni siquiera directamente, sino por
intermedio del padre del niño.
[ix] Este
concepto varió un poco en sus últimos escritos, en los cuales acepta un
comienzo de feminidad en la fase pre-edípica.
[x] Reich
critica también este error de Freud, pero sólo acepta como legítimo el placer
erótico obtenido mediante el coito vaginal.
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