30 de enero de 2013

sexología y psicoanálisis


CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD

En 1987 vio la luz la segunda edición de Sexualidad humana, tratado de sexología moderna, del profesor colombiano Helí Alzate. Un aporte notable a esta rama de las ciencias de la salud y del comportamiento. Este es el Apéndice de dicha obra, en el cual formula algunas críticas a la seudociencia del sicoanálisis uyc



INTRODUCCIÓN. Como los autores poco al tanto de las investigaciones sexológicas modernas siguen dependiendo todavía de las teorías freudianas para describir y explicar la conducta sexual humana, es conveniente hace una breve descripción crítica de ellas.
El sicoanálisis, creado por Freud, comprende: a) un método investigativo de los procesos mentales inconscientes del ser humano; b) un método terapéutico de las perturbaciones neuróticas; c) la elaboración de teorías sicológicas para explicar la conducta normal o neurótica. Indudablemente, él ha ejercido profunda influencia en el desarrollo de la sicología y la siquiatría, amén de su efecto sobre muchos otros aspectos de la cultura occidental. Sin embargo, desde los primeros momentos de su existencia se ha sometido a cuestionamiento y revisión, no sólo por críticos externos a él, sino también –en curioso paralelismo con las ideologías políticas y religiosas– por sus adherentes de primera hora y por los que vinieron luego. Aunque nuestro interés e4s discutir sus aspectos relacionados directamente con la sexualidad, no está por demás señalar los principales puntos débiles del sicoanálisis clásico, considerado in toto, que son: a) su incapacidad para adaptarse a alas reglas del método científico[i]; b) su énfasis en los componentes biológicos del comportamiento humano, en detrimento de los ambientales o culturales; c) la tendencia de sus seguidores a la rigidez dogmática, el secretismo defensivo y la arrogancia elitista, características que corresponden más a un movimiento político-religioso que a un sistema de pensamiento científico; d) a pesar de que, al crearlo, la principal motivación de Freud fue encontrar un método terapéutico más eficaz, el tratamiento sicoanalítico deja mucho que desear, por lo costoso y prolongado y por sus dudosos resultados, especialmente en los problemas sexuales de causa síquica[ii].
Los principales conceptos freudianos que deben ser glosados son: la teoría de la libido, el desarrollo sicosexual del individuo, la sexualidad femenina y la primacía de la función reproductora de la sexualidad. Estos planteamientos son reiterados a lo largo de la obra de Freud sin modificaciones importantes, como puede deducirse de sus últimas presentaciones y revisiones.

TEORÍA DE LA LIBIDO. Como parte de su explicación de los diversos fenómenos del comportamiento sexual, Freud señaló la existencia de un componente sicoenergético del impulso sexual, que actúa por medio de diferentes estructuras corporales, al cual llamó libido. Esta libido hace parte de un sistema cerrado, y puede almacenarse, desplazarse o descargarse, en forma semejante a la energía física o química. Ella es responsable de todas las manifestaciones sexuales, tanto adultas como infantiles.
A partir del nacimiento, la libido se acumula en distintas zonas corporales y se desplaza sucesivamente entre ellas, de acuerdo con las fase oral, anal y fálica del desarrollo sicosexual infantil. En el adulto normal, se descarga principalmente mediante los órganos genitales, durante el coito heterosexual; esta actividad sexual “madura” es el resultado de la represión de los impulsos perversos polimorfos de la etapa infantil de la sexualidad, represión que es debida, a su vez, a la resolución satisfactoria del complejo de Edipo. En el caso de las perversiones sexuales, ella no ocurre, y en su lugar se crea un conflicto inconsciente, que causa la fijaciónde la libido en una fase infantil de la sexualidad; en la adultez esta libido se descarga por medio de una zona corporal extragenital, lo cual constituye una regresión a la fase de fijación infantil. En la neurosis (el “negativo de la perversión”) hay una represión exagerada, que impide todo escape de la libido por los genitales, por lo cual busca salida en forma de síntomas neuróticossubstitutivos. Una alternativa de la “perversión” o de la neurosis es la sublimación, que consiste en que la energía libidinal se encauza hacia la realización de actividades no sexuales y socialmente útiles.
La teoría de la libido ha sido uno de los planteamientos freudianos más criticados. En primer lugar, minimiza las influencias ambientales sobre la conducta sexual, a favor de las biológicas; como dice Kardiner y colaboradores “es el caso de la cola instintiva meneando al perro adaptativo”. Además, falla por reduccionista, puesto que la sexualidad no es la única o principal motivación del ser humano, y porque los argumentos que la respaldan son analogías o generalizaciones a partir de observaciones muy discutibles. Por ejemplo, la reacción del niño al entrenamiento defecatorio, o a cualquier otro tipo de interferencia durante sus “fases” de desarrollo sexual, puede explicarse como respuesta a las medidas disciplinarias, sin necesidad de echar mano de complejos conflictos instintivos libidinales; tampoco se requieren estos para entender las “perversiones” sexuales del adulto, algunas de las cuales pueden deberse en parte a sucesos de la época infantil, si, pero que actúan mediante mecanismos de impronta o condicionamiento. La razón de lo anterior es que para la creación de conflictos inconscientes se necesita un desarrollo sicológico suficiente para que haya memoria, raciocinio y fantasía, facultades intelectivas éstas de muy dudosa existencia en la infancia.
El concepto de sublimación, que según Kinsey es sólo la reformulación del arquetipo ascético de varias religiones, ha sido puesto también en duda porque se apoya en datos poco concluyentes. Salzman dice que es errado, porque la creatividad es el producto de la expresión de todos los ideales y capacidades humanas, no simplemente de la sexualidad.
La teoría de la libido es una especulación sin bases neurofisiológicas. Fue un error de Freud ver en la sexualidad el primum mobilebiológico de la conducta humana, cuando la realidad puede ser bien diferente: en muchos casos, el comportamiento sexual es puesto al servicio de interese no sexuales, y esto sí tiene sólido respaldo filogénico.

DESARROLLO SICOSEXUAL DEL INDIVIDUO. La idea freudiana del desarrollo sicosexual del individuo está íntimamente unida a la teoría de la libido, puesto que es, en esencia la descripción de los desplazamientos y efectos de la energía libidinal.
Freud postuló que hay tres zonas corporales particularmente ricas en libido: la boca, el ano y los genitales; ellas van adquiriendo importancia predominante como fuentes de placer libidinal, de acuerdo con una secuencia determinada biológicamente. Durante el primer año y medio de vida (aproximadamente), es la boca el principal órgano sexual, y por medio de ella el niño logra satisfacción erótica; esta es la fase oral. Entre el año y medio y los tres años, se presenta la fase anal, durante la cual obtiene gratificación con la expulsión o retención de las heces, o con su manipulación; además, el niño descubre que estas actividades despiertan gran interés en quienes lo cuidan, y que tal interés puede manifestarse como sentimientos de agrado o desagrado. A partir del tercer año (aproximadamente) se entra en la fase fálica, durante la cual el centro del placer sexual es el pene; en un principio, el interés es autoerótico, pero luego es dirigido hacia la madre, y entonces hace su aparición el complejo de Edipo[iii]. Éste consiste en que el niño experimenta “deseos sexuales” hacia la madre, y a la vez trata de identificarse con el padre; a medida que sus impulsos incestuosos aumentan, el niño va viendo en su padre a un rival, y se le crea una situación conflictiva: a sus sentimientos de amor e identificación con él se oponen los deseos de eliminarlo, para tomar su lugar a lado de la madre. Normalmente, dicha situación edípica es resuelta en forma satisfactoria, en parte por represión, y en parte por repudio de los impulsos incestuosos, mediante laangustia de castración[iv]Ella resulta del descubrimiento de que las niñas no tienen pene, por lo cual el niño cree que les fue amputado como castigo; entonces, él se imagina que puede perder el suyo si continúa deseando a la madre. La angustia de castración es lo suficientemente fuerte no sólo para disolver el complejo de Edipo sino para inhibir todos los deseos y actividades sexuales; por consiguiente, el niño entra en periodo de latencia, que se extiende desde los seis años (aproximadamente) hasta la pubertad. En ésta comienza la fase genital propiamente dicha o “madura” de la sexualidad, que es la característica del adulto “normal”; durante ella, el individuo descarga la energía libidinal por medio de los órganos genitales, durante el coito heterosexual dirigido primariamente hacia la reproducción.
La descripción anterior corresponde al desarrollo sicosexual “típico”, es decir, el de la persona de sexo masculino o “superior”. La opinión de Freud sobre la inferioridad “natural” de la mujer será discutida más adelante; por ahora basta señalar que, según él, hasta el ingreso en la fase fálica, el desarrollo sexual femenino es similar al masculino y que durante dicha fase la niña centraliza el placer erótico en el clítoris, que es un “pene atrofiado”. Llega un momento, sin embargo, en que ella descubre que los niños tienen pene; siente envidia de él, culpa a la madre por no poseerlo, y se torna, entonces, hacia el padre, con la esperanza de que éste le suministre un pene, o un hijo como substituto. Tal situación constituye el complejo de Edipo femenino  o complejo de Electra[v], el cual, por la ausencia de la angustia de castración, tiende a prolongarse mucho más que en el niño, o nunca se resuelve completamente.
El concepto freudiano del desarrollo sicosexual humano también ha sido vigorosamente cuestionado. En primer lugar, como vimos atrás, es cierto que existe una sexualidad infantil, en el sentido de que los niños realizan juegos “sexuales”, es decir, se interesan por sus órganos genitales y obtienen placer manipulándolos; pero de ello no debe concluirse que dichas actividades sean sexuales a la manera adulta, puesto que la mayoría de los casos se trata simplemente de manifestaciones de la natural curiosidad infantil, o de incorrectas interpretaciones por parte de los adultos, de ciertos fenómenos fisiológicos no relacionados con el erotismo verdadero, como las erecciones espontáneas que se observan en los niños, aún recién nacidos. Además, el hecho de que el niño juegue con el pene, erecto o no, no debe interpretarse como una masturbación adulta, sino más bien como una actividad placentera indiferenciada.
Si se hacen serias objeciones al carácter erótico de las actividades de la fase fálica, con mucha mayor razón hay que poner en duda la erotización de las fases oral y anal[vi]. Equiparar el placer sexual que obtienen los adultos mediante la felación, el cunilinto o el coito rectal con el producido en los niños al mamar o defecar, es una generalización extremada que el sicoanálisis no ha podido demostrar. Tampoco es convincente el desplazamiento de la libido de una a otra zona corporal, entre otras razones, porque el niño obtiene placer manipulando los genitales mucho antes de ingresar en la fase fálica. Money y Ehrhardt señalan que las fases de desarrollo sexual infantil están menos relacionadas con el erotismo que con mecanismos filogénicos comunes a todos los mamíferos; esto es corroborado por los estudios de Harlow, los cuales, además, infirman la validez de la secuencia de las fases.
En cuanto al complejo de Edipo, tampoco ha escapado a la crítica. Desde las investigaciones de Malinowski, su universalidad, o sea su origen biológico, ha sido rechazada; la explicación que de él da Freud está basada en las teorías de los antropólogos evolucionistas del siglo XIX, descartadas hoy. El consenso actual es que, si existe, él puede consistir más bien en un conflicto originado en el resentimiento hacia un padre autoritario, que se opone al deseo de acercamiento y ternura hacia la madre, en el entorno de la familia patriarcal occidental[vii]. Igualmente, su carácter “sexual” tiene todos los visos de una fantasía, pues, a su edad, no es de esperar que el niño posea la capacidad mental necesaria para elaborar complejos “triángulos eróticos”.

Con respecto al periodo de latencia, no hay tal que exista en forma natural y universal, sino que es impuesto por la cultura. Los estudios de Harlow indican que, por el contrario, durante el lapso de la vida infantil correspondiente a la “latencia” se presenta la tendencia biológica a los juegos sexuales.
Chodoff hace notar que los conceptos freudianos sobre la sexualidad infantil fallan por los métodos empleados para establecerlos, tales como los análisis de neuróticos adultos[viii] realizados por los primeros analistas, todavía poco familiarizados con los efectos de la transferencia; además, esos casos clínicos, de por sí poco numerosos, no pueden considerarse representativos de la población general. Así mismo existe la posibilidad de que las ulteriores observaciones directas en niños fueran influidas por el deseo inconsciente de los sicoanalistas de confirmas las teorías del maestro, ya aceptadas incuestionablemente por ellos. Subsiste también el problema de la validez interpretativa de las elaboraciones mentales infantiles, ya que, por la inmadurez de la función intelectiva de los niños, hay en ellos inadecuado raciocinio y poca información para integrar con los recuerdos, amén de que sus vivencias son muy diferentes de las de los adultos, como lo demuestran las investigaciones de Piaget.

SEXUALIDAD FEMENINA. Otro gran motivo de cuestionamiento es el concepto freudiano sobre las mujeres en general, y sobre su sexualidad en particular. Según Freud, la sexualidad propia de la mujer aparece solo cuando resuelve satisfactoriamente la envidia del pene[ix]; como hasta ese momento su sexualidad ha sido “masculina”, y ha pasado por las mismas fases (oral, anal, fálica) del niño, para que “madure” sexualmente debe superar los sentimientos de envidia e inferioridad que le produce la ausencia de falo. La mujer “normal” soluciona este conflicto aceptando como inherente a su naturaleza el papel pasivo-receptivo frente al hombre y trasfiriendo la erogenicidad del clítoris a la vagina, que es el centro del placer sexual femenino “adulto”.
Para el creador del sicoanálisis no había duda de que e3l sexo superior era el masculino. Freud fue un prisionero de su mentalidad patriarcal, la cual le hizo ver al sexo femenino con el prejuicio de la cultura judía tradicional, en la cual los hombres comenzaban el día con la plegaria: “te agradezco, Señor, porque no me hiciste mujer”. Incluso Jones, su devoto biógrafo, da a entender que las mujeres eran para el maestro ancillae hominum, dedicadas a atender los deseos y necesidades de lo varones. Las teorías sexuales de Freud, basadas en la primacía de la organización biológica masculina, son racionalizaciones de sus ideas antifeministas, que se manifiestan a los largo de su copiosa obra: las mujeres son prisioneras de la biología; “su anatomía es su destino”. No pueden evitar las consecuencias de la envidia del pene y la deficiente superación del complejo de Edipo, ni escapar a la forzosa posesión de un superyó más débil que el del hombre, por lo cual tienen un “escaso sentido de la justicia”. Son típicamente pasivas y masoquistas, más narcisistas que el hombre y no están adecuadas a las labores intelectuales y sociales, por su rigidez sicológica y por su limitada capacidad de sublimación. Por lo tanto, su destino “natural” ha de ser la maternidad y el servicio de los hombres.
Todos estos planteamientos han sido demolidos por diversos estudios. Las presuntas consecuencias del “destino biológico” –tanto en lo que se refiere a los aspectos generales de la condición femenina, como en los particularmente señalados por Freud (envidia del pene, superyó más débil, etc.)–, por los trabajos de neoanalistas y no analistas, que evidencias cómo las supuesta inferioridad de la mujer y las características negativas que le adjudicó Freud son productos de la sociedad falocrática. No hay nada intrínsecamente envidiable en la posesión anatómica de un pene, el cual puede ser visto por muchas niñas como una excrecencia indeseable; lo verdaderamente envidiable es la posición de supremacía que los hombres han tenido con respecto a las mujeres. Nuestra cultura judeocristiana ha hecho hincapié en la inmanencia de la condición femenina, y en la incapacidad de la mujer para realizar labores creadoras y compartir con el varón, en pie de igualdad, la búsqueda de la trascendencia; desde la niñez, es condicionada a sentirse “naturalmente” débil e inapta para sobrevivir sin la protección del hombre, la cual debe pagar con su sumisión y aspirando a tareas “propias” de su género: el matrimonio y la maternidad. Tal situación sí ha producido en las mujeres profundos conflictos, que han contribuido a su mal funcionamiento sexual.
En cuanto al concepto de orgasmo “vaginal” o “normal”, contrapuesto al “clitorídeo” o “infantil”, el sicoanálisis también ha sido refutado por los estudios sexológicos modernos. Cualquier tipo de orgasmo, no importa el origen topográfico de los estímulos que lo produzcan, es normal y maduro; sostener lo contrario, además de ser erróneo, no ha servido sino para crear, iatrogénicamente, sentimientos de angustia y de duda sobre su feminidad y normalidad sexual en gran número de mujeres.

PRIMACÍA DE LA FUNCIÓN REPRODUCTORA DE LA SEXUALIDAD. Freud distinguió muy bien las dos funciones principales de la sexualidad humana: la erótica y la reproductora. No obstante, en nuestro concepto los dos mayores errores que cometió –a la luz de la sexología moderna– fueron precisamente: a) dar precedencia ontogénica (y filogénica, por inferencia) a la función placentera con respecto a la reproductora, lo cual es contraevidente desde el punto de vista de la evolución animal; b) como corolario, conceder primacía a la función reproductora sobre la erótica, lo cual es contrario al proceso evolutivo particular del homo sapiens[x].
Para Freud, el impulso sexual del hombre civilizado sólo tiene dos opciones normales: dirigirse hacia la reproducción o sublimarse. Un infidel Jew, como él mismo se llamó, propugna entonces las mismas ideas que la Iglesia. Es paradójico que quien tratara de estudiar científicamente los fenómenos sexuales humanos, resultara prisionero de los prejuicios de su cultura. Freud veía en la sexualidad uno de los aspectos más desagradables de la naturaleza humana; fue un puritano típico, para lo cual no tuvo que esforzarse, puesto que su apetito sexual era débil, y –según Jones y él mismo– su vida erótica se extinguió tempranamente.

CONCLUSIÓN. Las investigaciones realizadas en diversos campos de la actividad científica muestran que los conceptos freudianos originales, con rarísimas excepciones, no han tenido respaldo experimental; en cambio, muchos de ellos sí han sido refutados por estudios posteriores. Además, no obstante lo ingeniosos, pecan de innecesariamente complicados, pues, al formularlos, su autor no tuvo en cuenta la navaja de Occam*. Debray-Ritzen resume en la siguiente forma los principales errores de la escolástica freudiana: a) la hiperfermulación, o sea, la atribución de un origen neocortical complejo (inconsciente) a ciertas conductas humanas, cuando ellas son en realidad manifestaciones paleocorticales que todavía subsisten; b) la hiperreducción, esto es, reducir los fenómenos comportamentales humanos a las vicisitudes de la libido durante el desarrollo sicosexual; c) la hipersimbolización, o sea, el empleo del símbolo para demostrar o establecer “leyes” sicológicas; d) la hipersemantización, es decir, la atribución de significado simbólico a todos los actos síquicos; e) la hipersíntesis, o sea, dar una interpretación casual única a todos los actos síquicos. Por lo anterior, no se justifica que las teorías sicoanalíticas sigan siendo utilizadas para explicar la conducta sexual humana.

*Navaja de Occam: principio formulado por el filósofo medioeval William of Occam, según el cual no debe buscarse explicaciones complejas de un fenómeno cuando hay otras más simples. Se llama también ley de la parsimonia.

NOTAS:


[i] Por eso Debray-Ritzen considera que la doctrina freudiana es una forma de escolasticismo
[ii] Según Marmor, siguen teniendo validez las siguientes conclusiones derivadas del sicoanálisis: a) el comportamiento humano es motivado y la personalidad moldeada por la interacción de los potenciales biológicos con las experiencias vividas. b) los trastornos sicológicos funcionales resultan de las vicisitudes del desarrollo y de las contradicciones y conflictos entre las creencias y deseos del individuo y las prescripciones dela sociedad. c) las experiencias infantiles tienen especial importancia en el moldeado de las percepciones y las reacciones de la vida adulta.
[iii] Llamado así en alusión al personaje de la mitología griega que, sin desearlo ni saberlo, mató a Layo, su padre, y tuvo relaciones incestuosas con Yocasta, su madre.
[iv] Un corolario fundamental de la teoría de la libido y del desarrollo sicosexual es que el conflicto edípico no resuelto es la causa básica de todos los problemas sicosexuales.
[v] Electra es un personaje de la mitología griega, que ayudó a su hermano Orestes a matar a Clitemnestra, madre de ambos, en venganza de haber ésta matado a Agamenón, su esposo y padre de aquellos.
[vi] Opler hace notar que la erotización de la boca es un producto de la cultura, sobre todo de la occidental.
[vii] En lo que concuerda un sicoanalista de credenciales tan ortodoxas como Fenichel.
[viii] Freud sólo analizó a un niño, el pequeño Hans, y ni siquiera directamente, sino por intermedio del padre del niño.
[ix] Este concepto varió un poco en sus últimos escritos, en los cuales acepta un comienzo de feminidad en la fase pre-edípica.
[x] Reich critica también este error de Freud, pero sólo acepta como legítimo el placer erótico obtenido mediante el coito vaginal.

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